martes, marzo 07, 2006

78 PREMIOS DE LA ACADEMIA, OSCAR 2006, A NIVEL EJIDO.

Para escribir, pido permiso primero. ¡Concedido!

En un contexto en el que, con frecuencia y con demasiada ligereza y generalización, se pone a caldo en este país al «cine americano», hay que decir algunas cosillas, de algo que podemos aplicar a los actores políticos en Delicias.

Pocas cosillas: por ejemplo, que la cosecha de esta 78ª edición de los Premios de la Academia es colosal.

Otra: que el mal llamado «cine americano, digamos el «cine estadounidense», sale reforzado en su prestigio con la entrega de estatuillas que hoy hacemos en nuestra región de Delicias, Chihuahua, México.
Nuestro respeto y disculpas para quienes no “aguanten” la entrega del Oscar.
En primer termino la irreal academia entrega el Oscar a:

Moisés Gandarilla por su actuación en: La cuerda floja.

Antonio Villalobos Maynez, recibe su estatuilla por su interpretación en: El jardinero fiel.

Saturnino Díaz, por su magistral interpretación de: King Kong.

Antonio Ledezma el titular de Desarrollo Rural, por: la Maldición de las Verduras.

Jesús Manuel Leyva Holguín “el yanqui” se le otorgo la estatua por: El Castillo Ambulante. Esto por lo de la avenida octava.

Memorias de una Geisha, la premiación fue para el titular de Gobernación Javier Esquivel y sus “chicas”

Agustín Jurado de Fomento Deportivo logro la presea por: Good night, Good luck.

Luis Carlos Varela “varelita”, logro ganar por: Crónicas de Narnia.

El Oscar a los dos vaqueros de la región, ¡únicamente por vaqueros!, ¡que conste!, por su brillante interpretación en Secreto en la Montaña se le otorgó a dos grandes hombres; al ex presidente de Delicias Manuel Soltero y al actual alcalde de Saucillo Jaime Lara.


Absolutamente legítimo que no le guste cualquiera de ellas, legítimo porque existe un concepto llamado subjetividad que —pegado a cosas tan triviales como un mal día en el trabajo, una mala digestión, una bronca con tu pareja, un mal recuerdo, un dolor de muelas o la proximidad de una cita inaplazable e indeseable— hace que en un día concreto, en una sesión concreta y en una sala de cine concreta... una película te fascine o te asquee. O te deje indiferente: lo peor de lo peor. Y la subjetividad tiene que ver también, claro, con las glándulas más ocultas de la personalidad, del gusto, de la forma de ver la vida, de la sensibilidad


DECÁLOGO DEL ESCRITOR AUGUSTO MONTERROSO

Primero.

Cuando tengas algo que decir, dilo; cuando no, también. Escribe siempre.

Segundo.

No escribas nunca para tus contemporáneos, ni mucho menos, como hacen tantos, para tus antepasados. Hazlo para la posteridad, en la cual sin duda serás famoso, pues es bien sabido que la posteridad siempre hace justicia.

Tercero.

En ninguna circunstancia olvides el célebre dictum: "En literatura no hay nada escrito". Cuarto.

Lo que puedas decir con cien palabras dilo con cien palabras; lo que con una, con una. No emplees nunca el término medio; así, jamas escribas nada con cincuenta palabras.

Quinto.

Aunque no lo parezca, escribir es un arte; ser escritor es ser un artista, como el artista del trapecio, o el luchador por antonomasia, que es el que lucha con el lenguaje; para esta lucha ejercítate de día y de noche.

Sexto.

Aprovecha todas las desventajas, como el insomnio, la prisión, o la pobreza; el primero hizo a Baudelaire, la segunda a Pellico y la tercera a todos tus amigos escritores; evita pues, dormir como Homero, la vida tranquila de un Byron, o ganar tanto como Bloy.

Séptimo.

No persigas el éxito. El éxito acabó con Cervantes, tan buen novelista hasta el Quijote. Aunque el éxito es siempre inevitable, procúrate un buen fracaso de vez en cuando para que tus amigos se entristezcan.

Octavo.

Fórmate un público inteligente, que se consigue más entre los ricos y los poderosos. De esta manera no te faltarán ni la comprensión ni el estímulo, que emana de estas dos únicas fuentes.

Noveno.

Cree en ti, pero no tanto; duda de ti, pero no tanto. Cuando sientas duda, cree; cuando creas, duda. En esto estriba la única verdadera sabiduría que puede acompañar a un escritor.

Décimo.

Trata de decir las cosas de manera que el lector sienta siempre que en el fondo es tanto o más inteligente que tú. De vez en cuando procura que efectivamente lo sea; pero para lograr eso tendrás que ser más inteligente que él.

Undécimo.

No olvides los sentimientos de los lectores. Por lo general es lo mejor que tienen; no como tú, que careces de ellos, pues de otro modo no intentarías meterte en este oficio.

Duodécimo.

Otra vez el lector. Entre mejor escribas más lectores tendrás; mientras les des obras cada vez más refinadas, un número cada vez mayor apetecera tus creaciones; si escribes cosas para el montón nunca serás popular y nadie tratara de tocarte el saco en la calle, ni te señalara con el dedo en el supermercado. El autor da la opción al escritor, de descartar dos de estos enunciados, y quedarse con los restantes diez.

¡Aquí la traigo!

Hasta mañana, si Dios me lo permite Comentarios, tips y sugerencias

Manuel Gándara Samaniego

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